
Manuel Outumuro es un fotógrafo Ourensano con un largo recorrido en el mundo de la moda. Aunque su formación profesional era ser diseñador gráfico, la fotografía se convirtió en el centro de su vida. Ha sido colaborador en muchas revistas y le han galardonado con varios premios como:
¿Qué es lo que le llevó a dedicarse a la fotografía?
La casualidad y un accidente, un incidente más bien. Mi formación era diseñador gráfico y tenía un estudio especializado en llevar la imagen de diseñadores de moda, colaboraba con muchos fotógrafos que me encargaban los catálogos, todo lo que era la comunicación visual. Y aparte llevaba la dirección de arte de La Vanguardia-Mujer, el primer suplemento femenino de un diario español. Teníamos un editorial para esa publicación y el fotógrafo que venía de París no llegó. Ya teníamos reproducción lista y con la cámara que llevaba de hacer el Making Off, como el souvenir de la sesión, pues la disparé yo porque era luz natural y estábamos en exterior porque yo no sabía nada de fotografía ni de flashes ni de nada. Y así surgió el primer trabajo publicado.
¿Cuál crees que es su sueño de identidad en la fotografía?
No fui consciente de ello hasta que hicieron la primera exposición retrospectiva. Entonces como estaba analizada por expertos en fotografía y se hablaba del nuevo clasicismo, una fotografía elegante, un nuevo clásico, tenía muchas más referencias que yo pues me limitaba a hacer fotos, pero no pensaba ni qué estilo, ni qué lenguaje fotográfico estaba creando, ni mucho menos; simplemente me dedicaba disparar. A partir de esa retrospectiva y de ver reflejada la opinión de expertos en fotografía, empiezas a cuestionarte si te ves identificado o no con lo que opinan los demás de ti en el sentido de tu trabajo, y sí, que sí que me identifico con muchos de esos calificativos. Especialmente me quedo con el de un neoclasicismo y la experiencia que tuve.
¿Notó mucho la diferencia entre lo que vivió en estados unidos y lo que ya sabía de España?
A ver, en Estados Unidos son más prácticos a la hora de trabajar; en el mundo americano es todo bastante más fácil, pero en el fondo prácticamente es lo mismo. A la hora de hacer un shooting o una sesión, los condicionantes se presentan tanto en un encargo de hecho para allí como hecho para aquí.
¿Cómo fue cambiar de una cámara analógica a una digital?
Me costó mucho pasarme al digital, no conseguía la cámara. Yo trabajaba mucho en blanco y negro y en esa etapa no había una gama de grises en lo que el digital me ofrecía; yo creo que fue porque en el digital y todo el fenómeno de esa época venía dado en realidad por fabricantes de electrónica, no por no por fabricantes de cámaras, y ahí creo que era el handicap de no encontrar. Cuando los fabricantes de cámaras llegaron a la conclusión de que eso sería una gran competencia con las marcas electrónicas, empezaron a fabricar sus cámaras y poner sus lentes y su su tecnología basada en el principio más fotográfico de lo que en la técnica necesita, ahí fue entonces cuando empecé a compaginar, que estuve compaginando como tres años el analógico-digital, ahora el día 3 de junio inauguró una exposición que es todas sobre mi etapa del analógico. Y puedo decir que he recuperado del archivo las hojas de contactos, los negativos, todo el mundo que mira ajeno y que ahora en ese momento no volvería.
¿Qué foto es la que se le viene a la cabeza si cierra los ojos?
Se me vienen muchas, cada una por una cosa diferente. Quizá la que cierra el libro de los retratos, que es una foto de mi madre y mi hermana hecha en una comida familiar en que ellas están tapándose la cara con una servilleta, es decir, negándome el retrato, porque no les pongo luces, ni maquillaje, ni estilismo como le pongo a todas las demás.