
Acabo de terminar Manual para señoritas en Netflix y no puedo dejar de pensar en lo espectacular que es todo el vestuario de la serie. Más allá de la trama (que me ha encantado), tengo que confesar que lo que más me atrapó fueron los vestidos, los detalles y, especialmente, los camisones de dormir que son, sencillamente, divinos.
Desde el primer capítulo me enamoré de la estética. La historia está ambientada en el Madrid de 1880 y el vestuario refleja esa época a la perfección: corsés ajustados, faldas amplias, telas fluidas, encajes y bordados que parecen sacados de un sueño. Cada look que llevan las protagonistas transmite una elegancia natural, pero también cuenta mucho de quiénes son y qué desean en un mundo lleno de reglas.
Una de las cosas que más me llamó la atención fueron los camisones de dormir que usan las hermanas. Son piezas delicadas, casi etéreas, con telas livianas, encajes sutiles y cortes que caen de forma tan suave que pareciera que cada noche en esa casa fuera mágica. Me encantaría tener uno igual, para ser sincera. Hay algo en esos pequeños detalles —los ribetes, los lazos, los plisados— que me hace querer trasladarme a esa época (aunque sin el corsé apretándome, por favor).
Y hablando de ropa hermosa, tengo que destacar también el conjunto azul que lleva Carlota. Ese conjunto es simplemente perfecto. Es un vestido de corte más sobrio, con líneas más rectas y un azul profundo que destaca entre los tonos pasteles que usan las demás. Me encantó porque además refleja muy bien la personalidad de Carlota: independiente, fuerte, y con unas ganas enormes de abrirse camino en un mundo que no siempre la comprende.
Cada personaje, de hecho, tiene su propio estilo, y eso se nota en los colores, en los tejidos y en los accesorios que usan. No es solo ropa bonita: es una forma de contarnos su historia sin necesidad de palabras.
La serie en general me ha parecido una joyita. Me gusta mucho cómo está hecha, cómo cuidan los detalles y cómo logran tocar temas importantes —como el rol de la mujer, la búsqueda de libertad o el peso de las apariencias— sin dejar de ser ligera y entretenida. Y el final… bueno, no es un cuento de hadas, y eso me encanta. Se siente real, con ese toque agridulce que tiene la vida misma. Por suerte, parece que continuará, así que ya estoy deseando ver más (¡y más vestidos, obvio!).
Si te gustan las historias de época y te pierdes mirando vestidos increíbles como yo, Manual para señoritas es un must.